Un bebé, desde su nacimiento, depende en su totalidad de su madre y de su padre. A partir de este momento, su completo desarrollo será determinado por los estímulos externos que ocurran a su alrededor, y para que esto ocurra, podemos recurrir a la estimulación temprana.
¿Qué es la estimulación temprana?
Aunque su nombre pueda suponer ofrecer estímulos más adelantados a su etapa de desarrollo, la estimulación temprana es un conjunto de técnicas incitantes que tienen como objetivo potenciar e impulsar el desarrollo cognitivo, social, motriz y emocional de cada peque durante la etapa de educación infantil, y paralelamente, también sirve para prevenir cualquier déficit en su neurodesarrollo.
¿Qué beneficios produce?
La estimulación ofrece multitud de beneficios tales como el impulso de su psicomotricidad, facilita la adquisición del lenguaje, despierta el interés y la imaginación del peque, mejora la capacidad de concentración, memoria y creatividad, favorece habilidades sociales y sobre todo, que el niño aprenda a ser más autónomo y que él mismo pueda sacar el mayor provecho de todo este proceso de aprendizaje.
¿Cómo trabajar la estimulación temprana?
La estimulación debe comenzar desde los primeros meses de vida del bebé, para ello, se puede optar por actividades de contacto visual y auditivo, así como de afectividad, ya que reforzará el vínculo emocional con los padres y dará paso al inicio de otras actividades.
Al principio, en los 6 primeros meses, nos debemos centrar en actividades para fortalecer el cuello y lograr el control cefálico. Para ello, podemos poner un objeto delante de él y que haga un seguimiento visual o incluso acercar el objeto a sus manos para que comience a tocarlo. Deben ser objetos llamativos para ellos. También se pueden dar masajes tras el baño, masajeando y moviendo suavemente las diferentes partes de su cuerpo o cantar canciones.
En torno a los 4 y los 9 meses, podemos comenzar a girar al peque hasta dejarle completamente boca abajo o sentarle y tumbarle de la misma manera sobre una pelota grande de pilates o cualquier objeto que permita el movimiento del mismo, y moverle hacia los lados, permitirá el fortalecimiento de su espalda. Cabe destacar que a muchos niños no les gusta permanecer boca abajo, para ello se puede utilizar un espejo para que se vean o un objeto que les llame la atención. También se le puede colocar boca arriba y agarrar sus brazos y que él solito haga el impulso necesario para poder sentarse. Para estimular al peque sensorialmente, se pueden sumergir los pies con diferentes texturas, olores, sabores y temperaturas.
A partir de los 7 meses se puede fomentar el gateo, para ello podemos colocarle boca arriba y acercarle un pañuelo de color llamativo con la intención de que lo agarre y lo manipule. Más adelante, se le puede colocar boca abajo, con las manos apoyadas en el suelo y sostenerle por los pies, parecido a una carretilla, después podemos colocarle en la posición de gateo y hacerlo nosotros para que el peque nos vea. Muchos niños no llegan a gatear y no pasa nada, es positivo estimularle para conseguirlo, ya que es una etapa importante en su evolución, pero nunca hay que obligarle. Suelen hacerlo entre los 7 y los 10 meses. También comienzan a emplear el movimiento de la pinza, por lo que se puede ofrecer actividades que fomenten su motricidad, tanto la gruesa como la fina.
A partir de los 10 meses, ya logran agarrarse en un punto de apoyo y levantarse, permitiendo moverse por todo el espacio y por consiguiente lograrán desplazarse con apoyo, por lo que se le puede llamar por su nombre y animarle alegremente a que se acerque a nosotros e ir consiguiendo que el peque consiga dar sus primeros pasitos sin ayuda. Generalmente lo consiguen alrededor del año, pero cada niño se desarrolla de manera más distinta, pueden conseguirlo antes o después. También se puede empezar a fomentar el lenguaje, ya que ellos empiezan a balbucear y emitir sonidos, se le puede enseñar objetos o cuentos acompañados del nombre. Es importante dirigirse al peque de forma clara y vocalizando. También es importante ser expresivo, para que posteriormente puedan diferenciar las diferentes emociones.
Desde el año y una vez que comience a caminar y dar sus primeros pasos solito, podemos fomentar el equilibrio, ya que este le permite coordinar sus movimientos en relación al espacio en el que se encuentra. Si aún está aprendiendo, podemos tumbarle sobre una manta y balancearle en el aire, y si ya lo ha conseguido, se le puede dejar caminar solito en tramos cortos y aplaudirle cada vez que lo haga bien, y si se cae, animarle y seguir intentándolo, con la práctica terminará controlando el equilibrio mínimo para caminar. Más tarde comenzará a seguir a su figura de apego, a los padres o su profe. Comenzará a decir `no´ y poco a poco sus primeras rabietas, por lo que es importante marcar límites. También comenzará la imitación.
Se puede estimularle a través del juego con multitud de actividades, para fomentar el agache y la incorporación, se puede poner una cesta con objetos y que el niño coja cada objeto y los coloca sobre una mesa, también, por cada objeto que coja se puede numerarlo en alto. De igual modo, se puede imitar cómo caminan los diferentes animales y el sonido que hace cada uno y estimularle a que lo imite, fomentando la motricidad gruesa.
A partir del año y medio y conforme el niño va madurando, ya camina, puede empezar a correr, se agacha y mantiene el equilibrio. También utiliza las manos con independencia e imita trazos. Van a desarrollar poco a poco la capacidad de realizar el juego simbólico y va a pasar de decir palabras a frases. A esta edad les vendrá muy bien pegar y despegar gomets, apilar construcciones, rasgar papel…
A partir de los dos años, son capaces de clasificar colores casi a la perfección, y el juego simbólico predominará. Para trabajar la motricidad fina, se pueden ofrecer pinzas de la ropa y que cada peque coja una y las coloque sobre una cuerda. También la plastilina es un elemento válido o hacer el clásico collar de macarrones, donde primero pintamos y después hacemos el collar. Se pueden hacer circuitos psicomotrices con módulos y pequeñas clases de yoga guiadas, que pueden servir de relajación tras el circuito y así trabajar la concentración.
Y por último, existen algunas claves que nos ayudarán:
- Hay que respetar los tiempos de cada niño, el rendimiento y su desarrollo no son iguales para todos.
- La finalidad de la estimulación es que tanto nosotros como los peques pasen un rato agradable.
- Cualquier actividad ha de realizarse como un juego y no como una obligación. Podemos acompañarlas de música.
- Los juguetes son un recurso perfecto para su desarrollo. Pueden ser de cualquier tipo, desde cuentos, peluches, construcciones, encajables…)
- Es importante que tras cada actividad exista otra pequeña actividad de relajación, bien con masajes si son más pequeñitos, con linternas y bajando la intensidad de la luz o con yoga infantil.
Desde Depeques os animamos a que estimuléis a vuestros peques desde casa y paséis un ratito agradable con ellos.
Paula de la Rosa